Jugando a ser desconocidos


Viernes noche, es el momento de su juego preferido. Un bar cualquiera, una ciudad cualquiera, dos personas entran en un bar. Se conocen al milímetro, cada poro de su piel los sabría describir pero hoy, como muchos otros días, juegan a no conocerse.

La música suena fuerte, eso les gusta ambos. No necesitan hablar, con sus gestos y miradas sobra.

Ella está en la barra, bebe una copa cualquiera, da lo mismo, ya le ha visto, aunque finge que no le ve, nota cómo se humedece, eso no puede ocultarlo.

Él se acerca y pide una copa, mira la pista y roza con el codo su brazo… se excita más todavía.

Los dos piensan, ¿salgo a la pista a bailar? Pero lo que ambos quieren en realidad es fundirse el uno con el otro.

Ella se harta de pensar y roza con sus labios el vaso, su lengua roza el borde del frío cristal lentamente. Él lo ha visto y no necesita saber más, la coge de la mano fuerte y con la música a tope entran en el baño.

No hay palabras, ni de amor ni de nada, sólo suspiros y jadeos apenas oíbles.
Él le arranca su tanga, mañana tendrá una marca, eso ahora le da igual.
Ella le baja el pantalón y agarra su miembro erecto, conoce cada centímetro y con un mordisco en su oreja, él ya sabe que es la señal.

Le embiste contra la puerta y se fusionan, ambos gritan de placer pero saben que con el ruido nadie les escucha, excepto sólo ellos y lo disfrutan más.

Arriba y abajo, una y otra vez, contra la puerta o una pared, los amantes van de un lado a otro. Ella deja sus uñas clavadas en su espalda y él muerde su barbilla a la vez q acelera el ritmo.

El calor les invade, el placer les baña a los dos mientras la música para unos segundos. El cae al suelo y ella con él. Se miran, no dicen nada, no les hace falta, no son desconocidos.

Un relato de @Kinoel82

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