Prohibido


Desde la primera vez que se vieron en su primera sesión se atrajeron, pero ninguno dijo nada. Ella era su fisioterapeuta y él su paciente.

Al principio fueron las risas cómplices, luego caricias ocultas en los ejercicios que ella le ayudaba hacer. Hasta que un día ella encontró una nota en su bolsillo: “A las 16:00 en el box 3”, ella sabía perfectamente lo que significaba.

Nervios, dudas, y sobretodo excitación, pasaban por su mente mientras se abría la puerta del box a la hora acordada.

Allí estaba él, sentado, con los ojos como platos y las mejillas sonrosadas a la espera de una respuesta. La respuesta de ella fue contundente.

Se echó en sus brazos sin mediar una palabra. Los besos y caricias eran fuertes y rápidas, no había tiempo que perder, ya habían dejado escapar dos meses y que les pillasen entraba dentro de las posibilidades.

Ella se subió encima, la silla de ruedas de él no importaba, no era un obstáculo. Él le soltaba la larga y rizada melena mientras  ella le desnudaba por arriba y por abajo.

El momento en que se unieron fue lento, ambos querían saborearlo, mirarse a los ojos, morderse los labios el uno al otro. Todo era perfecto y, mezclado con lo prohibido, deseaban que la situación que durase para siempre.

Ella subía y bajaba lentamente y él agarraba sus nalgas, viendo su fruto prohibido, para marcarle el ritmo. “Más fuerte”, decía ella y más fuerte mordía él.
Las manos se entrelazan, se suspiraban mutuamente, se deseaban y se disfrutaban.
Todo daba igual, sólo importaban ellos.

En un momento se miraron y todo se paró, el placer les envolvió. Aún él dentro de ella, los dos se dijeron al oído “Te Quiero”.

Un relato de @Kinoel82

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